La neutralidad de la tecnología y el aprendizaje

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Según algunos autores, la tecnología es puramente instrumental, sirviendo de herramienta  para la consecución de determinados fines. La tecnología, según este enfoque, no es ni buena ni mala en sí misma. Es racional y universalmente aplicable, y se puede usar sin reservas, ya que no está relacionada con los fines. Su uso estaría enfocado hacia la resolución de problemas y se podría usar en todas las culturas y sociedades. La tecnología sería un artefacto libre de valores.

 

Otro enfoque defiende que la tecnología proviene de una cultura y de un sistema de valores determinado. La tecnología ha sido diseñada por una cultura y, por tanto, contiene los valores de ésta. La tecnología podría servir para reestructurar el propio sistema social a fin de que éste se adapte a las necesidades de la tecnología. Según esta teoría, la tecnología es única, limitada y particular. Es posible que la tecnología no se adapte a otras culturas o sistemas de valores.

 

Lo expuesto tiene implicaciones profundas en el campo educativo. Es más optimista el enfoque neutralista, ya que significa que es posible una aplicación universal de la tecnología independientemente del entorno en el que se utilice. Sin embargo, muchos autores insisten en una visión no neutral de la tecnología en la educación debido a las características intrínsecas de esa tecnología: poseen unos límites concretos, diferentes formas de uso, requieren tiempos y condicionan experiencias. Por lo tanto, si pensamos que la tecnología incorpora valores y creencias de la cultura que la creó y que por lo tanto no es aséptica, tendremos que tenerlo en cuenta a la hora de aplicar una determinada tecnología en nuestros entornos de aprendizaje.