De una manera u otra, mejor o peor, pronto o tarde (más bien tarde), en algún momento se producirá una estabilización y ya no habrá crisis financiera. ¿Cuáles son los posibles escenarios de salida? Una manera de simplificar el análisis sería observar el shock que ha producido la crisis comparándolo con la senda de crecimiento. La senda es la tasa de crecimiento potencial del PIB que tiene una economía con una utilización plena de los factores de producción disponibles (capital y trabajo) y la productividad total de los factores (es decir, aquella parte del crecimiento del producto que no se explica por los dos factores clásicos, en especial la tecnología y la organización de la economía). La mayor parte de las estimaciones situaban antes de la crisis (1995-2008) el crecimiento potencial de la economía española en torno al 3%.
La crisis que padecemos es financiera, producida por una burbuja inmobiliaria que ha deteriorado el sistema bancario y ha descuadrado las finanzas públicas. Las crisis
financieras son más graves que otras crisis producidas por sobreproducción, pérdida de mercados clave, catástrofes, u otras causas. Son más graves porque el colapso del sistema financiero
interrumpe el crédito, afectando a la circulación del capital, a la inversión de las empresas y las familias, y al consumo.
En la Figura se incluyen los posibles escenarios de salida. El eje vertical representa el PIB potencial y el horizontal el tiempo. En sombreado amarillo la pérdida de PIB que es permanente. El escenario más favorable sería el primer caso, en el cual tras la crisis la economía volvería a su senda creciendo incluso más en el corto plazo, limitando por tanto la pérdida de producto. En el segundo caso la economía volvería a la senda de crecimiento tras un periodo de tiempo, volviendo a la senda anterior pero en paralelo por la ausencia de un retorno más rápido. En el tercer caso la economía regresa a una senda de menor crecimiento, por ejemplo un 1%. En el cuarto caso, la economía entraría en regresión en el largo plazo, posiblemente mediante fases recurrentes de decrecimiento.
La política dilatoria que han desarrollado los gobiernos, postergando la recapitalización de los bancos y el ajuste del sector inmobiliario; el dispendio de más de 40.000 millones de euros en políticas keynesianas equivocadas entre 2008 y 2010, que ha dejado un déficit brutal que, cuando se ajuste, retraerá recursos para el sector privado y para el consumo; y sobre todo, la imposibilidad de devaluar o poner en marcha otras medidas de políticas monetaria debido a la pertenencia a la moneda única, son variables que apuntan a que la salida habría que situarla entre los escenarios 3 ó 4. Incluso son reformas estructurales acertadas, la imposibilidad de tener política monetaria nos situaría en un entorno económico decadente en el largo plazo.