La mejora de la nutrición gracias al desarrollo tecnológico y al crecimiento de la renta produjo una mejora de la esperanza de vida en los últimos 200 años, como veíamos en el post anterior. Sin embargo, es preciso destacar que la reducción de la mortalidad no fue un proceso regular sino que presentó parones e incluso algunos retrocesos. Si nos fijamos en el gráfico de arriba de Fogel & Costa se observa que dentro de la tendencia secular al descenso de las tasas de mortalidad en Inglaterra y Francia se produjo un freno notable hacia mediados del siglo XIX: entre las décadas de 1830 y 1870 en Inglaterra y entre las décadas de 1840 y 1870 en Francia.
Esto quiere decir que hay que matizar la relación entre crecimiento económico e incremento de la esperanza de vida. En el caso de Inglaterra y Francia en el siglo XIX, la rápida urbanización produjo un retroceso en los niveles de vida en determinadas zonas urbanas (más bien en la de tamaño medio) debido a que la provisión de servicios médicos y de higiene fue por detrás del crecimiento demográfico. Además de la provisión de servicios médicos, hay que tener en cuenta también que la malnutrición se hizo crónica en muchos segmentos de las clases trabajadoras urbanas. La malnutrición provocaba un efecto perverso (sinergismo lo denominó Taylor) sobre los individuos y familias afectados: les exponía a enfermedades infecciosas las cuales al mismo tiempo, una vez contagiados, dificultaban la metabolización de las calorías. Todo ello en un contexto en el que la producción industrial requería de un mayor esfuerzo físico y constante, y por lo tanto de un mayor consumo calórico continuado.
Referencias:
Scrimshaw, N. S., Taylor, C. E. y Gordon, C. E. (1968), "Interactions of nutrition and infection". Monograph series, World Health Organization, 57, 3-329.
Fogel, Robert W. (2009), Escapar del hambre y la muerte prematura 1700-2100. Europa, América y el Tercer Mundo. Alianza, Madrid.